Posando para mamá

Posando para mamá
Foto Jenny Araque

viernes, 31 de octubre de 2008

DÍA UNIVERSAL DEL NIÑO

El día 20 de Noviembre ha quedado institucionalizado como Día Internacional
de los Derechos del Niño, o Día Universal de la Infancia. Es una fecha que nos hace recordar que un niño no es solamente un ser frágil que necesita que se le proteja, sino también una persona que tiene el derecho a ser educado, cuidado y protegido dondequiera que haya nacido. ¡Y es más! un niño es una persona que tiene el derecho a divertirse, a aprender y a expresarse. Todos los niños tienen el derecho de ir a la escuela, a recibir cuidados médicos, y a alimentarse para garantizar su desarrollo en todos los aspectos.

Convenir significa estar de acuerdo acerca de algo y tomar una responsabilidad ante lo que se "conviene".

La Convención de los Derechos del Niño es un conjunto de normas acordadas que deben respetar todos los países que la firmaron y ratificaron.

Esta Convención fue adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 20 de noviembre de 1989.

Sus artículos proponen nuevos aportes a los contenidos en la Declaración de los Derechos del Niño de 1959. Y fundamentalmente avanza en el aspecto jurídico, al hacer a los Estados firmantes "jurídicamente" responsables de su cumplimiento.

En esta misma fecha, ya en 1959, la Asamblea General (resolución 836(IX), recomendó que se instituyera en todos los países un Día Universal del Nniño, en el que se consagraría a la fraternidad y a la comprensión entre los niños del mundo entero, y se destinaría a actividades propias para promover el bienestar de los niños del mundo.

Y en este mismo año, en 20 de noviembre, se aprobó la Declaración de los Derechos del Niño. Y desde entonces, en todo el mundo, se celebra en esta fecha el Día Universal del Niño.


"TODOS TENEMOS QUE CRECER"
(Comunidad de Madrid).
Este lema pretende provocar por un lado, una reflexión en el adulto para que perciba que tiene algo que cambiar en su forma de ser o comportarse. Por otro lado, se expone la posición crítica de la infancia para que no dé por "normales o buenos" ciertos comportamientos sociales. En otras palabras, pretende hacer patente que, para que los niños puedan crecer bien, los mayores tienen algo que hacer, tienen que cambiar...¡También tienen que crecer!

La campaña propone como objetivos básicos:
- Implicar a todos, infancia, adolescencia, juventud, adultos y mayores en este compromiso y acontecimientos.
- Extender esta conciencia al mayor número posible de personas en la sociedad.
- Compartir la filosofía del lema y exigir más cumplimiento de la Convención.
- Hacer manifiesto de que todos estamos en un necesario y permanente proceso de cambio, crecimiento y maduración personal y social.
- Dejar claro que siempre se necesita cambiar algo. Que debemos buscar siempre el crecimiento. Rehacer planteamientos de forma permanente.
- Provocar la reflexión en el mundo infantil y en el adulto, pero desde los ojos de las niñas y de los niños sobre situaciones o prejuicios que no son acordes con los Derechos Infantiles ni con los Derechos Humanos. (guiainfantil.com)

viernes, 10 de octubre de 2008

Bebés que duermen con sus padres


A pesar de que los defensores de que los bebés deben dormir solos han manifestado sus numerosas ventajas, la verdad es que ninguna de ellas se ha demostrado científicamente. La ironía es incluso mayor si se tiene en cuenta que no sólo no se han demostrado, sino que estudios recientes están empezando a comprobar que es más bien lo contrario. Por ejemplo, dormir en solitario se asocia a una mayor independencia, competencia social, alto sentido de la autoestima, buen comportamiento en la escuela, habilidad para tolerar el estrés y clara identidad sexual, pero curiosamente es el colecho el que está demostrando tales características. Veamos las conclusiones de algunos estudios reales:

En un estudio realizado sobre niños de clase media ingleses, se vio que aquéllos que nunca durmieron con sus padres eran más dificil de controlar y menos felices, y tenían mayor número de rabietas. Curiosamente, estos mismos niños tenían mucho más miedo a la hora de ir a dormir que aquéllos que habían dormido siempre con sus padres.

Un estudio entre padres de 86 niños en clínicas pediátricas y psiquiátricas (entre 2 y 13 años) en bases militares americanas, reveló que los niños que dormían con sus padres destacaban por su mejor comportamiento ante sus maestros en relación a sus compañeros, y que apenas acudían a consultas psiquiátricas. Los autores citan que “contrariamente a lo que esperábamos, los niños que no habían tenido atención profesional por problemas emotivos o de conducta practicaban más colecho que los niños que sabíamos que habían recibido atención psiquiátrica.” Los mismos resultados se obtuvieron en una muestra de niños que ocasionalmente dormían con sus madres (cuando los padres estában ausentes), un hecho que se opone directamente a la manera de pensar tradicional.

En Inglaterra, también se descubrió que los niños que duermen solos son más difíciles de llevar (según sus padres) y que soportan peor las situaciones de estrés. Estos niños también se consideran mucho más dependientes de sus padres comparados con los que duermen con ellos.

En una encuesta en una universidad, se observó que aquellos individuos masculinos que compartieron cama con sus padres desde el nacimiento hasta los cinco años poseían significativamente mayor autoestima, experimentaban menor culpa y ansiedad, y tenían mayor frecuencia de relaciones sexuales. Los chicos que practicaron colecho entre los seis y once años, también mostraron una mayor autoestima. Para las mujeres, el colecho durante la infancia estaba más relacionado con un mayor confort y naturalidad en sus relaciones físicas y afectuosas como adultos. El estudio demuestra la falsedad de la creencia de que los problemas psicosociales están derivados del colecho; más bien resulta lo contrario.

En un estudio realizado en Euskadi, se descubrió que las mujeres que practicaron colecho de pequeñas tenían una mayor autoestima en comparación con aquéllas que no lo hicieron. De hecho, el colecho parece que promueve la seguridad, autoestima e intimidad, reflejando posiblemente una actitud de aceptación por parte de los padres.

Y en el mayor y más sistemático estudio realizado hasta ahora por J. Mosenkis de la Universidad de Chicago se encontró que los adultos más optimistas y positivos son aquellos que practicaron colecho de pequeños. Este estudio analizó alrededor de 1.400 individuos de cinco grupos étnicos diferentes, desde Chicago hasta Nueva York. Una de las características comunes en todos ellos, es que los que habían dormido acompañados demostraban una mayor satisfacción por la vida. Pero el descubrimiento de mayor relevancia que hizo Mosenkis fue más allá de intentar determinar las causas entre las maneras de dormir y las características o experiencias en la edad adulta. Su mayor hallazgo fue la interpretación de que el colecho tiene que ser entendido dentro del contexto específico de cada cultura y de la naturaleza de las relaciones que tiene el niño con su entorno familiar. Por lo tanto, es probablemente cierto que ni el colecho ni el dormir a solas tengan una relación tan directa con el comportamiento de adulto de un bebé como el propio entorno. De hecho, la disposición a la hora de dormir puede mejorar o agravar el tipo de relaciones que sostiene un niño durante el día. Así que, en lugar de indicar que cierto tipo de "forma de dormir" produce una personalidad específica, sería más acertado pensar que cada método forma parte de una manera de educar y que es esta manera de interactuar con el niño la que condiciona su personalidad de adulto, incluso más que sus propias características personales. (crianzanatural.com)

Mis reportajes en El Crítico

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Publicado el 08-10-2010