Posando para mamá

Posando para mamá
Foto Jenny Araque

martes, 27 de enero de 2009

Mi otro novio


Acabo de descubrir que existe otro hombre que pelea por mi amor. Su nombre es Eduardo José, mi gordito; hoy no tan gordito, pues se estiró de repente. Significa que está creciendo, y vaya que rápido.

Un día de pronto, mi hijo me dice: Hola señora mamá, soy señor papá, llegué de trabajar. Todo esto en su lenguaje infantil y, al concluir el saludo, zuass!!! me estampó un beso en la boca.

Ya me lo habían advertido, existe una etapa en la que niñas y niños se enamoran de sus padres.

¿Será que Eduardo está manifestando el famoso “Complejo de Edipo”?.

Según los especialistas esta conducta “es perfectamente normal e incluso beneficiosa, pues corresponde a una maduración psicológica y afectiva del niño” (mujeractual.com).

En las niñas, el fenómeno se llama complejo de Electra. Edipo y Electra fueron personajes de la mitología griega a los que les pasó algo parecido, se enamoraron de sus padres. Pero los nombres son lo de menos. Lo que importa en esta etapa es que los padres comprendan a sus hijos y les ayuden a transformarse en personas psíquicamente adultas (buenasiembra.com.ar).

El niño de tres años ya ha comprendido que existen diferencias entre los sexos, y nota que sus padres están unidos por lazos afectivos. También se da cuenta de que la relación entre su padre y su madre es distinta a la que él tiene con ellos. Esto es lo que hace que surjan celos y que el amor hacia su madre, hasta entonces muy infantil y caracterizado por la dependencia, adquiera ahora esos matices de apasionamiento y romanticismo.


Papá, eres mi rival
Las señales de que el niño está pasando por esta fase de Edipo no son siempre tan claras, pero siempre se traslucen de alguna forma. Algunos niños simplemente se muestran un poco ariscos con el padre, prefiriendo que la madre les bañe o les lea el "cuento de las buenas noches".

Tampoco es raro que el niño anuncie que se casará con su madre cuando sea mayor. Sus sentimientos son tan profundos, que no deben tomarse con una simple sonrisa benévola. El romance materno constituye una parte fundamental en el desarrollo del niño; su madre es la primera mujer de su vida y el padre su primer rival. Este primer enamoramiento marcará en gran medida su futura relación con el otro sexo. Tampoco la rivalidad con el padre debe tomarse a la ligera. Se trata de sentimientos terriblemente contradictorios que le crean más de una dificultad: por un lado, sigue queriendo y necesitando a su padre y, por otro, está celoso de él y le odia como rival. Y lo peor del caso, es que con frecuencia el pequeño piensa que su padre lo ve a él también como rival, y que su ira puede descender en forma de terribles castigos.

Si la situación familiar es normal y los padres se toman en serio estas contradicciones emocionales, el pequeño poco a poco se dará cuenta de que sus fantasías de suplantar al padre nunca llegarán a convertirse en realidad.

¿Cómo tratar a un niño en plena crisis?
La madre no debe mostrarse más cariñosa que de costumbre; sí acaso, un poco más comprensiva. El padre ha de evitar autoritarismos que dificultarían el deseo de identificación del chico. Padre y madre deben seguir tan afectivos y unidos como siempre. Si, por seguirle el juego, suprimen las muestras de cariño, el niño podría verse atormentado por la idea de que se han dejado de querer por su culpa. Aunque inconscientemente ése sea su deseo, no es ni mucho menos lo que pretende. ¡Pero tampoco hay que provocarle gratuitamente! La mejor ayuda es la paciencia, la comprensión y el necesario consuelo cuando sus contradicciones le hagan sufrir.

El complejo según Freíd
Edipo y Electra son héroes trágicos de la mitología griega. Edipo, sin saberlo, mata a su padre y se casa con su madre. Electra amaba a su padre y odiaba a su madre, que lo traicionó y provocó su muerte. Para vengar la muerte de su padre, Electra convenció a su hermano de que matara a la madre de ambos.

Según Freud, todos los niños experimentan de alguna manera el dolor de Edipo y de Electra. El niño se "enamora" de su madre, la niña se "enamora" de su padre. Pero ambos se enfrentan a un rival formidable: el niño a su padre, la niña a su madre. El niño teme la ira de su padre si descubre que su hijo desea a su esposa. El modo de superar esta angustia es identificarse con el padre y convertirse en un hombre como él. La niña envidia la ventaja de que goza la madre y se sobrepone identificándose con ella.

La tristeza, el dolor de la pérdida, la impotencia, la toma de conciencia de que no pueden obtener todo lo que quieren, la animadversión contra el rival exitoso que los niños experimentan cuando "pierden" en este original triángulo, quedan grabados en sus psiquis y reaparecen en la edad adulta cuando se encuentran inmersos en un triángulo semejante (inteligencia-emocional.org).

Mis reportajes en El Crítico

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Publicado el 08-10-2010